"Hasta leer Malayerba me doy cuenta lo cerca que está de nosotros el narco. El vecino, el primo de un amigo, el que cuida los coches, el que compra piratería. Aquellos venden, otros consumen, otros lavan dinero, venden películas. La mordida al de tránsito, el examen copiado, el robo en el supermercado –que es como quitarle un pelo a un gato–. Mientras otros cuidan, ellas bailan, ganan concursos de belleza, se financian campañas a la presidencia.
Las crónicas de Javier Valdez Cárdenas publicadas cada semana en Riodoce son una suerte de lotería, El reloj, La doncella, El perfume, El padrino, donde no se apuestan frijolitos y maíces, se juega la vida. ¿A qué edad se aprende a matar?, pregunto. A Francisco un personaje de sus crónicas, le dicen Francinco, no porque ya deba cinco vidas, sino porque apenas tiene cinco años de edad y ya sabe dónde venden cuernos de chivo y R15. “Si, cerca de la casa de mi mamá. Como a dos cuadras, en la esquina”.
Escrito con la misma llaneza con la que habla, con la cercanía que lo hace a uno cómplice y la ligereza del peso muerto, las crónicas de Malayerba retratan las ciudades en las que vivimos. Culiacán, Guadalajara, Tijuana, Ciudad Juárez, Monterrey, el Cancún de Villanueva, la Puebla de Marín y toda la familia de Michoacán. En cada esquina el monstruo nos sopla a la cara. Todos de alguna manera somos culpables. Ay no mames, no exageres, me dice un amigo mientras le da otra calada a su churro de mota. Todos, de alguna manera, podemos ser personajes de Javier. O el que esté libre de culpa, que arroje la primera bala".
--Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006. (fragmento del blog La columna hueca)
Las crónicas de Javier Valdez Cárdenas publicadas cada semana en Riodoce son una suerte de lotería, El reloj, La doncella, El perfume, El padrino, donde no se apuestan frijolitos y maíces, se juega la vida. ¿A qué edad se aprende a matar?, pregunto. A Francisco un personaje de sus crónicas, le dicen Francinco, no porque ya deba cinco vidas, sino porque apenas tiene cinco años de edad y ya sabe dónde venden cuernos de chivo y R15. “Si, cerca de la casa de mi mamá. Como a dos cuadras, en la esquina”.
Escrito con la misma llaneza con la que habla, con la cercanía que lo hace a uno cómplice y la ligereza del peso muerto, las crónicas de Malayerba retratan las ciudades en las que vivimos. Culiacán, Guadalajara, Tijuana, Ciudad Juárez, Monterrey, el Cancún de Villanueva, la Puebla de Marín y toda la familia de Michoacán. En cada esquina el monstruo nos sopla a la cara. Todos de alguna manera somos culpables. Ay no mames, no exageres, me dice un amigo mientras le da otra calada a su churro de mota. Todos, de alguna manera, podemos ser personajes de Javier. O el que esté libre de culpa, que arroje la primera bala".
--Rodolfo Naró, poeta y narrador mexicano, su libro reciente es El orden infinito, finalista del Premio Planeta de Novela 2006. (fragmento del blog La columna hueca)